Enrique de Diego
@enrique_dediego
Uno de los dramas añadidos de la tragedia
general de Intereconomía, fruto de la incompetencia supina de Julio Ariza –todo
lo ha hecho mal- ha sido la degradación del ambiente humano y la prostitución
del periodismo, generando una caterva de lacayos pigmeos, que expertos en
adulación, no tienen ni idea de lo que es una noticia.
Dar una noticia, en primicia o en exclusiva,
es la alternativa del periodista. En Intereconomía hace tiempo que Julio Ariza
marginó a los periodistas para ser el amo de pigmeos lacayos. Ese paisaje, en
el que los lacayos zahieren a los despedidos, los mejores profesionales, o
defienden a su amo con la tosquedad patética del ignorante, es la proyección de
la personalidad tortuosa e hipócrita de Ariza que de periodismo tiene la misma
idea que de empresa: ninguna.
Ariza se ha rodeado de pelotas
insustanciales, que no han dado una noticia y que no han dado un palo al agua.
El efecto de la corrupción moral es la falta de pericia profesional. Trabajar y
ser periodista ha descontado en Intereconomía.
Como Caronte –al que no conozco ni sitúo,
aunque me gustaría- ha hecho ya aquí el perfil de un don nadie como César
Sinde, no me voy a detener en un personaje patético, tan ridículo que lo llevan
a Tele 5 para desacreditar con su estupidez mostrenca cualquier idea. No voy a
entrar en esas cuestiones personales que a Ariza tanto le gustan, mediante
aprendices de sicarios mediáticos, movidos como peleles por su bwana, sólo
indicar al amo de los pigmeos lacayos que la primera norma del periodismo es
contrastar las informaciones. Intereconomía ha fracasado porque tiene a
mediocres garrulos como César Sinde. Y lo grave es que Ariza ha producido
esperpentos como ese manojo de complejos.
El trepa ha florecido a la sombra de Ariza
como hongos, sin trabajar, sin conseguir una sola noticia, en una exhuberancia
de pijos insustanciales. Se puede ser pijo o imitación o pija, pero dar una
puñetera noticia o hacer una encuesta de calle sin estar todo el tiempo
chupando cámara y se puede ir algo más allá del puente de Juan Bravo, panda de
vagos. Becarias florero y becarios florero a lo el pobre Alberto Mateos,
deshechos de Nuevas Generaciones, que ni saben redactar, ni hacer un reportaje
ni una mísera entrevista, ni aunque sean doce no contra sino a favor de uno.
El drama añadido es que este paisanaje sin
atributos se ha hecho inservible para la profesión. Ariza, el moderno
esclavista, no es otra cosa que el amo de lacayos pigmeos dispuestos a trabajar
gratis con tal de ser en televisión. Un biotipo degradado que nada tiene que
ver con el periodista. Es preciso defender la decencia del periodismo de
corsarios sin escrúpulos como Julio Ariza.
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