La solución no puede venir de la política, sólo puede surgir de la sociedad civil. Hayek hablaba de “los socialistas de todos los partidos”. Ahora, todos los partidos participan del intervencionismo, forman parte, y se benefician de él. Por eso Zapaterono es la causa sino el efecto de nuestros males, como he descrito en mi libro “Casta parasitaria”.
Frente a la trampa de la esperanza, es preciso ponerse en lo peor y reaccionar. Frente a la tentación del hooliganismo, es necesario asumir la propia responsabilidad. Frente al miedo, es imprescindible generar un amplio movimiento ciudadano que condicione la toma de decisiones del poder político, un lobby de la mayoría, que ponga coto a la depredación y que se base en el claro principio motor de la rebelión de las clases medias. “con mi dinero, no”. La firme disposición a no sucumbir con el agravante de ser llevados a la pobreza y la desmoralización con los fondos confiscados a las clases medias.
Todavía hay tiempo para frenar y cambiar el rumbo de la deriva suicida. Todavía hay posibilidades ciertas de desmantelar el intervencionismo. Todavía las clases medias tienen las dimensiones y la fuerza para imponer sus criterios y su sentido de la responsabilidad. Todavía se puede salvar esta civilización corrompida, noqueada, agónica y tambaleante. Armagedon todavía puede ser evitado.
Parte de las dificultades de movilización y organización, de la falta de tiempo para ellas pueden solventarse mediante Internet y los nuevos y extendidos sistemas de comunicación individual. Con esos instrumentos, tampoco son necesarios cuantiosos medios económicos. Desde el propio hogar, con el ordenador, puede irse generando una red de confluencia de criterios, de unificación de criterios, pues no es el tiempo del debate sino de la acción.
La trampa de la esperanza y el miedo a posibles represalias se superarán en la medida en que ese movimiento ciudadano sea amplio. Resulta asombroso el gran número de personas que tienen conciencia de la situación y que coinciden en muchas de las soluciones, y que creen estar solas, que precisan entrar en contacto unas con otras. Un gran movimiento de las clases medias tendría una fuerza irresistible.
Tienen tres armas poderosas las clases medias; el voto, el ahorro y la fiscalidad. Posturas comunes con cualesquiera de ellas harían temblar al sistema y pondrían coto al intervencionismo. En el fondo, en ellas reside la máxima carga de poder, que nunca han ejercido.
Pueden establecer un programa mínimo de medidas regeneracionistas que presentar como ultimátum a los partidos políticos. Y si no son atendidas esas peticiones, generar su propio partido, sin otra finalidad que modificar el sistema, para aumentar la representatividad del modelo político, y para desmantelar la expoliación, Un partido contra la clase política y las manos muertas, en apariencia antisistema, pero, en el fondo, para salvar el sistema, para revitalizar la democracia.
Pueden plantear una insurrección fiscal, con exigencia de una presión justa, que pueda contemplar la atención a los más desfavorecidos, pero que elimine la carga insoportable de esa definitiva redistribución de la riqueza que lleva a quitar el dinero a los pobres –a las clases medias- para dárselo a los ricos. Un gran movimiento popular de clases medias podría llegar a la decisión colectiva de no pagar más allá de lo que es justo. El detonante de esa insurreción sería el incremento de la presión fiscal al que se verá abocado el Estado para intentar hacer frente a sus compromisos y al ser incapaz de reducir sus dimensiones mediante la reducción del gasto público. Escenario ante el que conviene estar preparados.
El ahorro también puede provocar movimientos que hagan despertar a las élites empresariales y bancarias, mostrándoles la fuerza de una sociedad civil dispuesta a luchar por su supervivencia y que no está dispuesta a transigir con el mercantilismo corruptor.
En el año 2007, un grupo de ciudadanos legalizamos la asociación Plataforma de las Clases Medias. Después de años de reflexión, y de espera a que alguien diera el primer paso, actuamos movidos por el sentido de responsabilidad –sin el que la libertad es mero fuego de artificio- y porque no queríamos que, el día de mañana, nuestros vástagos nos afearan el no haber nada o el no haber hecho todo lo posible. Partíamos de la convicción, tras sereno examen, de que nadie resolvería los problemas que se avecinaban, y que la nomenclatura parasitaria estaría bien dispuesta a agravarlos y, sobre todo, de que no era suficiente con las palabras, con la difusión de un mensaje, sino que había que pasar a los hechos y comprometerse.
Ese puñado de personas entusiastas, y los que se han ido sumando al proyecto, crearon primero la web elmanifiestodeclasesmedias.com y el blog oficial lasclasesmedias.blogspot.com, como forma de comunicación entre sus miembros y como ámbito de participación común. Entendimos que, por los menos durante los primeros compases, la Plataforma de las Clases Medias no debía generar ningún tipo de burocracia propia, que pudiera condicionar el mensaje a sus intereses, y tampoco gastos, sino que la forma de contribuir era con nuestro trabajo y nuestra dedicación. Los miembros de la Plataforma no pagan cuotas, por lo que su pertenencia es moral.
Desde el primer momento, la asociación fijó en sus Estatutos la renuncia a solicitar o recibir cualquier subvención o ayuda pública, aunque eso no obliga a sus miembros a no reclamar aquellas a que tuvieran derecho, en igualdad de condiciones con el resto de ciudadanos.
La Editorial Rambla pretende promover esa rebelión de las clases medias y dotar a la Plataforma de su cuerpo doctrinal.
La Plataforma de las Clases Medias se plantea la consecución de cuatro objetivos, aceptados por sus miembros, y que estos deben ayudar a difundir y conseguir:
1.- Reforma de la Ley electoral, con tendencia al sistema mayoritario de circunscripción uninominal.
2.- Puesta en marcha del cheque escolar en los diferentes niveles educativos.
3.- Elminación de toda subvención a la cultura.
4.- Puesta en práctica del sistema de capitalización para las pensiones.
Se trata de un programa regeneracionista de mínimos, de un auténtico plan de choque contra el intervencionismo. Porque la extinción de las clases medias es la consecuencia previsible de éste colapso del sistema depredador, no queda otra que sacudir modorras y presentar batalla.
Esta tercera guerra mundial, interior y planetaria, en más peligrosa que las anteriores, porque no se presenta con desfiles, clarines y estruendos, sino mediante el decaimiento general del día a día. Por eso exige claridad de ideas, movilización general y coraje. El tiempo apremia.
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