sábado, 29 de octubre de 2011

El caso Blanco ,un caso aislado o una trama de corrupción socialista



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Explicar lo que está pasando en Lugo es tarea ardua, dada la gran cantidad de causas y la rapidez con la que las informaciones y los hechos se van sucediendo. En esencia, esta provincia gallega no es diferente del resto en lo que a corrupción se refiere (la costa mediterránea se sitúa en categoría especial), la única diferencia reside en que se han dado los ingredientes necesarios para una tormenta perfecta de Nitrato de Chile que promete ser histórica: unas redes de corrupción autocomplacientes, profundamente enraizadas y de largo recorrido, que han tenido la desgracia de toparse con dos terminator instructores, Dña. Estela San José y Dña. Pilar de Lara.


Entre ambas, junto con el trabajo del equipo que lidera el Fiscal Jefe de Lugo, Javier Rey Ozores, han ido destapando, sumario a sumario, como piezas de puzzle aparentemente inconexas, el mapa de la corrupción en la Provincia, resultado lógico cuando una red de corruptos y criminales que campa a sus anchas se topa con funcionarios públicos que no entienden y hacen su trabajo.
Las redes de corrupción y la delincuencia organizada son un fenómeno muy complejo, no siendo el objetivo de estas breves líneas un estudio en profundidad del mismo. Sin embargo, nos vemos obligados a aclarar una serie de concetos -como diría Blanco- que, posteriormente, nos ayudarán a seguir el hilo de los acontecimientos. Una red se configura como un conjunto de individuos, cuyo fin es la realización de actividades ilícitas con afán de lucro. La diferencia entre la red y los grupos criminales organizados es que la primera es más transversal, sin jerarquías definidas, cohesionada mediante los intereses comunes, no profesional. Mientras que la segunda posee unas jerarquías más rígidas, actúa de manera cohesionada y adquiere carácter profesional.


Todo grupo criminal desarrollado se apoya en tres pilares para operar:
Pilar delictivo: 
es el que se encarga de cometer los delitos y recoger sus frutos (por ejemplo: obtención fraudulenta de contratos públicos, extorsión, narcotráfico, trata de blancas...). Esta división busca ante todo la diversificación en múltiples líneas delictivas.


Pilar Político-Judicial
donde los grupos conectan con las redes de corrupción, canalizan recursos para corromper las estructuras políticas, judiciales y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Esta división busca obtener la más amplia red de contactos y al mayor nivel posible. Es el punto de encaje entre grupos criminales organizados y redes de corrupción y tráfico de influencias.


Pilar Financiero:
su misión es lavar los rendimientos de dichas actividades, dándoles una apariencia de legalidad, así como para canalizar los flujos financieros de la organización hacia donde son necesarios. De esta división se encargan lo que se denomina en el argot, los banqueros y testaferros.


Para desmantelar un grupo de este tipo no basta con derrumbar el pilar delictivo, eso sólo sirve para llenar cabeceras de telediarios (a ello nos tienen acostumbrados algunos jueces instructores muy mediáticos, pero poco competentes) ya que en poco tiempo vuelven a operar. Más bien es preciso destruir los otros dos pilares, en especial el financiero, porque sin esos recursos la organización colapsa. Pero es difícil, muy difícil, llegar a detectar y eliminar perfectamente los tres.


Redes de corrupción y grupos criminales se pueden relacionar y entremezclar, puesto que en los negocios ilícitos, unas necesitan de los otros. Los grupos realizan las actividades criminales encubiertas, mientras que las redes permiten obtener contactos, extender la corrupción, blanquear capitales e infiltrar las estructuras del Estado, figurando como objetivos preferentes jueces, fiscales, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y cargos políticos de todos los rangos.
Una vez estas redes y grupos se desarrollan e infiltran la sociedad, son verdaderamente difíciles de combatir, en primer lugar, por la gran amplitud geográfica que estos fenómenos poseen. Cualquier red o grupo mínimamente activo posee ramificaciones nacionales e internacionales, mueven volúmenes multimillonarios de presupuesto, controlan decenas de empresas y el conjunto de personas controladas por las mismas puede ser de cientos o miles.


Más pronto o más tarde, fruto de la actividad de vigilancia de la Justicia, salta la liebre. Una escucha, la confesión de un imputado en un delito menor, un anónimo... pone en marcha un sumario de instrucción que comienza a tirar de la madeja. Los jueces y fiscales con experiencia saben reconocer al instante cuándo están ante una red, al igual que saben que desmantelarla es tarea de muchos años y sumarios de instrucción. Un buen juez, como un buen policía, sabe que debe de ser paciente, el criminal siempre acaba cometiendo un error.


Con frecuencia, las actuaciones derivadas de dicho sumario (grabaciones, documentación recabada, investigaciones periciales, interrogatorios, declaraciones de testigos e imputados...) arrojan datos sobre el sumario en curso o van abriendo nuevas derivaciones y ramificaciones. Otras veces, actuaciones realizadas en otros países, o en otras regiones de España, devienen en traslados de información entre Juzgados.


De este modo, jueces y fiscales de diversas instancias empiezan a dibujar poco a poco el mapa de la red a la que se enfrentan, clarificando las relaciones entre estos grupos y recabando pruebas suficientes para imputar a sus miembros. Cuando se topan con una red de este tipo es relativamente frecuente que empiecen a abrirse progresivamente diligencias en muchos Juzgados, a modo de las piezas del puzzle.
La complejidad del trabajo en dicha área de la Justicia es muy elevada, no basta solamente con un conocimiento profundo de las Leyes sino que requiere de un gran sentido estratégico y táctico por parte de su Señoría y sus colaboradores, junto con un perfecto dominio de los tiempos. Precipitarse a la hora de tirar de la manta puede hacer que los miembros más importantes de una red sean alertados y escapen o destruyan pruebas, mientras que esperar demasiado puede suponer que haya filtraciones o que la red se percate de que está siendo objeto de vigilancia.


Esto nos lleva a una de las frases más repetidas mentalmente por un Juez Instructor a lo largo de su carrera: "Ya te pillaré...". Los miembros de la carrera judicial y fiscal saben perfectamente que sus medios son limitados, que no van a poder perseguir todos los delitos, que siempre habrá criminales que se vayan de rositas por falta de pruebas, pero esos no son los objetivos. Basta un buen sumario contra una red para demolerla hasta los cimientos. Es cierto que, normalmente, puede que unos cuantos no acaben en prisión, pero su trayectoria delictiva se acabará, ya que con las penas a los condenados no sólo se castigan los delitos probados, también muchos otros que la Justicia desconoce.


En muchas ocasiones, de un sumario cuelgan flecos que se retomarán a su debido tiempo. Ésta es la baza que juega la Justicia, lenta, pero inexorable. Con frecuencia, nombres que aparecieron en determinados sumarios, deben de dejarse esperar a posteriores actuaciones con el fin de reunir las pruebas pertinentes. Es lo que en el argot se denomina estar bajo el radar. En otras ocasiones, una persona aparece de modo recurrente en diversas operaciones, pero las indagaciones arrojan que su protagonismo en las mismas no se corresponde con el poder real que posee. En ese caso, estamos ante lo que se denomina un asesor.


Los asesores, mariachis o dobles ciegos son utilizados por las redes para evitar que personas muy conocidas (presidentes, ministros, directores generales, diputados, senadores...) se vean expuestas de modo directo a las operaciones. De este modo, los intermediarios dan la cara, negocian las comisiones a pagar e, incluso, se encargan de la recogida o entrega del dinero en efectivo.


En los siguientes capítulos acabaremos de exponer algún concepto añadido para, a continuación, comenzar a desgranar las principales operaciones de lucha contra la corrupción y el crimen organizado en Lugo, y así acabar uniendo las piezas y obteniendo una conclusión evidente: sus Señorías se han topado, tangencialmente, con La Red en el caso Campeón, y no con una red cualquiera.

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