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De nuevo, los partidos políticos cierran las listas electorales. Se trata, de nuevo, de listas cerradas, elaboradas en los cenáculos de las sedes centrales de las formaciones, con lanzamiento de paracaidistas en circunscripciones con las que no tienen relación alguna y muy probablemente no la tendrán después de ser elegidos, como el socialista Antonio Camacho, en Zamora, a la búsqueda de aforamiento, o los populares Manuel Cobo, en Segovia, y Nacho Uriarte, en Valencia.
De nuevo, se va a presentar a los españoles una elección de parlamentarios como una elección presidencial, mediante la costumbre de que el candidato número uno de la lista de Madrid lo sea a la presidencia del Gobierno.
De nuevo, pues, sin división de poderes, pues ya el legislativo nace entremezclado y controlado por el ejecutivo. De nuevo, la representación limitada pues el puesto los diputados se lo deben mucho más a sus dirigentes, en una reedición del centralismo democrático comunista, que a sus representados, muchos de los cuales votarán según criterios de mal menor o contra otras formaciones políticas, en este caso, muy notoriamente contra el PSOE y su desastre de gestión.
No nos podemos acostumbrar a esta degradación democrática, por la sencilla razón de que es la causa de la crisis. Esta es una crisis de modelo y la culpa la tienen los políticos profesionales, un biotipo que no casa con la democracia a tiempo tasado, y que ha expandido la ineficiencia por toda la sociedad, mediante su control generando redes clientelares.
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