miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las clases medias han de responder a la agresión degradante del sistema. Prólogo de Enrique de Diego para SICAV, paraíso fiscal


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Reproducimos a continuación el prólogo de Enrique de Diego al espléndido libro del profesor Guillermo Rocafort, ‘SICAV, paraíso fiscal’ (Editorial Rambla), llamado a abrir el improrrogable debate sobre la fiscalidad:
Las SICAV existen por la sencilla razón de que en caso de reducir sus privilegios emigrarían a otros paraísos fiscales; el más cercano en Europa, a su medida, Luxemburgo. Es un chantaje, real, pero chantaje. La diferencia para los trabajadores, los autónomos y los pequeños y medianos empresarios –columna vertebral de la sociedad- es que no pueden irse y, en claro abuso, son sumidos en el infierno fiscal.
Eso se debe acabar, entre otras dramáticas y sencillas razones porque el sistema ha fracasado, ha quebrado, hace aguas por los cuatro costados y todo debe ser revisado, regenerado, porque no funciona. Por ejemplo, quien se lucra de subvenciones como Pedro Almodóvar no debe tener beneficio alguno, no puede esconder el fruto de su saqueo al contribuyente en una SICAV. Está el modelo francés, hacia el que el autor de este libro muestra clara simpatía, en el que el privilegio conlleva la obligación de invertir en la marca Francia. Pero, más allá, lo que la reducción al absurdo del sistema representan las SICAV conduce es a replantearse no sólo las SICAV sino el sistema entero que hace posible tanta hipocresía: o se acaba el privilegio o se termina con la confiscación. Ambos polos resultan contradictorios y esablecen una repulsión conflictiva. Las clases medias, si no quieren ser proletarizadas, si no esán dispuestas a ser exterminadas en cuanto tales, mediante un tenaz y asfixiante genocidio económico, han de responder a la agresión degradante del sistema, han de pasar de la sumisión pasiva a la rebelión activa: o generando su propia SICAV, donde todos puedan blindarse de la voracidad de la casta parasitaria, o pasando a la insurrección fiscal.
No me queda más en este prólogo que agradecer y elogiar el sereno e ilustrado patriotismo de Guillermo Rocafort, que ha puesto lo mejor de su intelecto a favor sus compatriotas y de España como sociedad de hombres libres. El resultado de su esfuerzo merece ser leído con atención y actuar en consecuencia.

Enrique de Diego

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