lunes, 28 de noviembre de 2011

Sin perdón

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Este espacio, publicándose después de unas elecciones, tendría que estar destinado a analizar los resultados de éstas. Sin embargo, los acontecimientos se suceden a tal velocidad en Alicante que ponerse a hacer aquí sesudas tesis acerca de si estos sacaron más o aquellos menos quedaría, transcurrida sólo una semana, fuera de tiempo y de lugar. Alicante vive atrapada en un bucle en el que todas las referencias se desmoronan. Es la factura de un crecimiento enloquecido y desequilibrado; la de la corrupción, tanto económica como de las ideas, igual de las personas que de las instituciones; es la factura del laissez faire-laissez passer que adoptamos aquí como santo y seña. Es una factura, engordada sin mesura, que nos ha dejado por fin en cueros. Pasen y vean.
Sin gobierno. El PP obtuvo un triunfo absoluto en las elecciones del pasado domingo. Pero no tanto por sí mismo (creció muy poco en votos) como por la debacle de sus rivales socialistas. La distancia entre unos y otros en la Comunidad Valenciana supera los 27 puntos a favor del partido de Rajoy, y aún es algo mayor en Alicante. Y, sin embargo, en esta provincia el PP, saque los resultados que saque, está descabezado y sus heridas internas siguen abiertas. La semana siguiente a un éxito tan rotundo como el del 20-N ha sido la semana de la dimisión de su presidente, José Joaquín Ripoll, pendiente de las acusaciones de corrupción que pesan contra él, y la del nombramiento de un interino, Miguel Ortiz, para sustituirle. Esa interinidad pesa como una losa sobre la provincia, ya que impide que ésta tenga peso alguno en las decisiones que le afectan. Ortiz viene a pacificar, pero por eso mismo ahora no puede reivindicar.
Sin oposiciónEl PSOE está hundido. El PSPV está muerto. Y los socialistas alicantinos, enterrados. Así de duro. El diagnóstico hace mucho tiempo que está hecho: el Partido Socialista ha perdido el discurso, carece de líderes y no tiene credibilidad. Los jóvenes que pudieron votar por primera vez el domingo pasado nunca han visto ni en la Comunidad Valenciana ni en Alicante una victoria de los socialistas, ya que aquí han encadenado derrotas desde 1993, hace 18 años. O sea que, ni con crisis, ni sin crisis: los dirigentes socialistas no entienden la sociedad para la que deberían trabajar, y ésta tampoco les entiende a ellos. Dice hoy Ángel Luna, con gran lucidez, que el PSOE se ha convertido en una mera máquina de seleccionar candidatos. Ya se ha escrito antes y hasta la saciedad que lo que es el PSPV es una perfecta máquina de ganar asambleas y perder elecciones. La falta de una alternativa en la oposición es tan gravosa para esta provincia como la debilidad en la que, pese a los resultados, se encuentra el partido gobernante. Unos por otros, Alicante no tiene quien le represente.
Sin Cámara. La Cámara de Comercio ha sido durante años un referente de primer orden, tanto por lo que hacía (sus informes, impecables) como por lo que decía (los discursos de sus presidentes en la Noche de la Economía, la mayoría de ellos verdadero calvario para los gobiernos central y autonómico). Pero ha ido degenerando y derivando hacia un gigantismo sin sentido, en el que además los intereses personales tanto de quienes están al frente de ella como de quienes quieren echarlos se han ido superponiendo a los generales. Ahora tocan recortes y despidos. Era el fulminante necesario para que prendieran las peleas en el gallinero que es su plenario. Garrigós ha ido ganándose en ese pleno un enemigo por día desde que llegó a la presidencia. Y esos enemigos son suficientes para tenerlo a partir de ahora en un sinvivir, aunque tampoco tengan capacidad para pactar un relevo. Con esos mimbres, el espectáculo está servido. Exigir públicamente cuentas es algo inédito en ese foro. Poner encima de la mesa un ultimátum con amenaza de denuncia, como ocurrió el lunes, lo nunca visto. Empezando tan fuerte, pero sin alternativa, ¿qué viene después? Sea lo que sea, la agonía de la Cámara. Y, con ella, otro paso atrás en la capacidad de Alicante de diseñar sus propias salidas de la crisis.
Sin PatronalSi la Cámara está mal, Coepa ni te cuento. En la patronal no ha habido en realidad nunca elecciones, sino sucesiones. Tratándose de una organización como esa, no tiene por qué ser un mal sistema, siempre que se busque en la sucesión al mejor, y no al que más convenga. Pero ese principio se rompió hace tiempo y ha acabado por minar la estructura del ente que debe velar por el bien de todos los empresarios. Coepa ha pasado de ser un instrumento a ser un fin en sí mismo. Y sus presidentes, de ser los defensores de las necesidades de sus asociados, a mirar sólo por lo suyo. La quiebra definitiva también ha llegado esta semana, con la dimisión por primera vez en su historia de un presidente, Rafael Martínez Berna, por estar su empresa implicada tanto en investigaciones judiciales (Gürtel) como en graves expedientes administrativos, y la elevación al cargo de otro, Enrique Martín, que va a estar al frente de los empresarios... sin tener empresa. Es verdad, como escribía este sábado Antonio Zardoya, que tenemos que empezar a dejar de pensar que un empresario es sólo aquel que tiene una nave y 200 empleados. Pero también lo es, sobre todo en tiempos como los que corren, que quien no ha tenido que negociar un crédito (para una nave, para un hotel, para una máquina o para la infraestructura que sea), no ha tenido que atender las relaciones y las tensiones laborales inherentes a una plantilla, ni ha tenido que perseguir clientes ni que estudiar los mercados para adaptar en cada momento su producto a la demanda, carece del entrenamiento necesario para comprender los problemas de quienes sí lo deben hacer todos los días. Y, además, ¿qué planes y qué apoyos tiene Enrique Martín para haber llegado ahí? Se desconocen. La Cámara está en apuros. Y Coepa igual. También tendrá que hacer despidos. Pero volvemos a lo mismo: mientras ellos se pelean, nadie defiende lo que tiene que defender.
Sin Diputación. Luisa Pastor ni es tonta ni es una maruja, como desde su propio partido han querido dibujarla. Pero tampoco parece tener una idea clara, no de lo que es, sino de lo que la Diputación que preside representa. Y hasta que se la haga, tendremos fuera de juego un instrumento de presión política de primer orden. La presión en política no sólo no es mala: es su esencia. Pero tiene que haber quien sepa cuándo, cómo y dónde hacerla. Eso es lo que Pastor aún no tiene claro. Y urge que se sitúe.
Sin grandes ayuntamientos. No sólo la Diputación es un instrumento de presión. También lo son los grandes ayuntamientos de una provincia en la que están la segunda, la tercera y la quinta ciudad de la Comunitat. Pero la situación política de la mayoría de ellos es precaria. La alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, pese a su supermayoría absoluta, tiene su futuro político en discusión dentro de su partido, tanto por la investigación judicial sobre el PGOU como por sus propios errores estratégicos. En Benidorm, históricamente otro referente, el Ayuntamiento está en suspensión de pagos, pero tanto su alcalde como la oposición no dedican su tiempo a otra cosa que a ver si hay o no hay moción de censura. En Orihuela, el gobierno no sabe cuánto será gobierno. Alcoy, a pesar de las nuevas carreteras, se diría que está fuera del mundo. Y Dénia, fuera de la provincia. La alcaldesa de Elda puede que quiera ser presidenta del PP, pero su capacidad de liderazgo social y político en la provincia es perfectamente descriptible. Y el problema que tiene la alcaldesa de Elche es que gobierna una población que jamás ha querido hacer valer su enorme potencial fuera de su término municipal. Un ejemplo simple de las consecuencias: cada vez que surge un problema que puede retrasar algo tan esencial como la llegada del AVE es el municipio directamente afectado el que levanta la voz en solitario, como si con los demás no fuera la cosa. Otro: del aeropuerto ya no se ocupa nadie.
Sin horizonte. No tenemos proyecto definido de futuro. La diversificación de nuestra economía, una ventaja, se vuelve un inconveniente cuando no hay capacidad para identificar metas ni coordinación para alcanzarlas. Le sacamos un dineral a la CAM para hacer, no uno, sino tres planes estratégicos. Todos están arrumbados en no se sabe qué cajones. Con 'a'.
Sin instrumento financiero. Hablando de CAM: delegamos el cuidado de algo tan importante como era Caja Mediterráneo en lugar de ocuparnos de ella, y la hemos perdido. El Banco de Sabadell parece que es el postor que finalmente se la quedará, y dentro de lo malo aún podremos darnos con un canto en los dientes. Pero si algo ejemplifica el se acabó la fiesta que vivimos, ese algo es la quiebra de la caja, tras la que nada será igual.
Sin soporte académico. Tenemos dos universidades, pero entre las dos ya no suman lo que fue en su día una. Producen emigrantes y están también en bancarrota. Sacar adelante el día a día ya es suficientemente difícil para ellas como para que puedan cumplir con la labor de vanguardia que formaba parte de su razón de ser.
Sin tejido social. Valencia tiene lobbies; Alicante, camarillas. Eso lo resume todo. Así nos va.

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