Si los políticos que tenemos consideras que no piensan como tú... Si estás harto del despilfarro de lo políticos...
domingo, 27 de noviembre de 2011
Ni una cesión a los Nacionalistas , y reforma electoral ya
Reproducimos íntegra la conferencia de Enrique de Diego, presidente de la Plataforma de las Clases Medias, en Barcelona:
Buenas noches. Muy agradecido a todos por vuestra asistencia a este acto al que acudo con una gran ilusión y cuyo significado marcará el futuro.
Quiero invocar con respeto y veneración la memoria de algunos grandes españoles. La del rey Jaime I, el conquistador, que siempre se tuvo por rey de las Españas. La del tambor del Bruc, cuyos intensos redobles patrióticos, a los que hicieron eco las montañas catalanas, pusieron en fuga a los soldados napoleónicos, tenidos por invencibles, obteniendo la primera victoria sobre el invasor. A la heroica ciudad de Gerona, que con tanto valor y sacrificio defendió a España del francés. La de esa gran española que ha pasado a la historia como Agustina de Aragón, pero que era catalana de pura cepa; oficial de honor de la Artillería española. También, la de ese gran liberal y gran patriota, nacido en Reus, el general Prim. Rememoro al malogrado político asesinado alevosamente, gran general, en la batalla de Castillejos, durante la guerra de África, cuando tras tres cargas infructuosas de la infantería, enarboló la bandera nacional, la rojigualda, y entre un mar de barretinas rojas de los voluntarios catalanes, les enardeció anunciando que iba a cargar en solitario: “¿Dejaréis morir solo a vuestro general, permitiréis que nuestra bandera sea profanada por el enemigo?”. Y a ese conjuro, picando espuelas, sable en mano, fue seguido por aquellos bravos catalanes, consiguiendo la victoria.
Quiero transmitiros una certeza: Cataluña ha sido, es y será España.
España es ininteligible sin Cataluña y Cataluña es ininteligible sin su inserción fructífera en la Patria común.
En las recientes elecciones, el separatismo ha recuperado posiciones en Cataluña. La primera fuerza más votada ha sido CiU: 1.011.505 votos, por los que ha obtenido 16 diputados. La primera comparación necesaria es que ha obtenido 136.000 votos menos que esa izquierda patriótica de UPyD (1.137.689) que, sin embargo, sólo, por nuestra nefasta Ley electoral, ha obtenido 5 diputados. El gobierno de Rajoy ha de afrontar, sin excusa ni pretexto, lo que ya el PP debió hacer en la segunda legislatura de Aznar: modificar la Ley electoral para restar incentivos al voto separatista.
La esperanza que se ha abierto, después de ocho años sombríos, tiene la negra sombra de los 7 diputados de la banda socialista terrorista ETA (botín excesivo para sus escuálidos 333.592 votos) y los otros 5 del separatista PNV (323.517 votos); ambas formaciones con ochocientos mil votos menos que UPyD.
ETA ha establecido como su hoja de ruta el modelo Kosovo para, tras las elecciones autonómicas, una mayoría separatista perpetre la declaración unilateral de independencia. Cuando llegue ese puente lo cruzaremos, si antes no se ha ilegalizado, como se debe, a Bildu y Amaiur; es decir, al brazo político de ETA. Vascongadas, cuna de España, cuyos hombres entraban en vanguardia en las batallas de los tiempos medios, ha sido, es y será España.
España no se negocia.
Esos datos, sin duda, preocupantes y a tener en cuenta no forman el cuadro completo. Los separatistas han quedado restringidos a esas dos entrañables regiones españolas. Galicia y Baleares han situado en posición marginal a sus separatistas.
Sobre todo, lo que convierte las elecciones del 20-N en un gran fracaso para los separatistas es la derrota, en términos de hecatombe, de su caballo de Troya, el PSOE, partido que tras su fracaso, tras la quiebra de su oficina de colocación, en trance de perder Andalucía, camina hacia la liquidación por cierre, mientras se desatan enconadas luchas cainitas, de escasa estética y nula categoría moral. Sin el PSOE, sin los ecos del pacto del Tinell, del todos contra el PP, no es que los separatistas no representen ningún peligro, como es obvio, pero lo representan en mucha menor medida, pues carecen de un partido estatal aliado dispuesto a participar en la destrucción de la unidad de España. Frente a los estultos mensajes que hemos padecido en estos años de sombría confusión, hay que decir alto y claro que España no es discutible. Y que España, sinónimo de libertad, aquí y ahora, fuera de España, todo es tiniebla totalitaria, ha de volver a todo el territorio nacional. Y el colegio donde se enseñe el odio a España ha de ser cerrado. Y el libro escolar donde se difunda el odio a los otros españoles ha de ser retirado. Y la institución donde no ondee, con respeto y preeminencia, la bandera nacional, sus responsables han de ser castigados y, de persistir, la misma institución ha de ser disuelta. Y hay que desarrollar, sin complejos ni medias tintas, el artículo 155 de la Constitución.
El triunfo del Partido Popular tiene en ese sentido un alto contenido patriótico, como se puso de manifiesto de manera espléndida entre el público congregado ante el balcón de Génova para celebrar la victoria coreando el “que viva España” y el “soy español, español, español”. Más allá, no me cabe duda de que Mariano Rajoy es un patriota cabal. Hace años indagué sobre tal convicción, preguntando a su mejor amigo en el mundo de la política, José Manuel García Margallo, eurodiputado del PP, y su respuesta no se me ha olvidado: “Mariano no arriará ninguna bandera porque su padre no se lo permitiría”. Como todos, Rajoy ha aprendido el amor a España de su progenitor, por el que siente veneración.
Además, de su padre, tampoco se lo permitiría el electorado del PP. Los más de diez millones de patriotas españoles que han votado al PP tienen convicciones firmes del tipo de que no puede haber ni una cesión más a los separatistas y que tampoco se puede negociar con los terroristas.
La oleada de patriotismo que ha recorrido España, y que no hará otra cosa que crecer, ha erradicado al socialismo y ahora va a plantar cara al separatismo. Le ha llegado el turno. Porque estamos hartos de los separatistas, de sus continuas ofensas, de sus retos nunca contestados, de sus insultos a España y a sus símbolos, a nuestro himno nacional y a nuestra querida bandera. Parafraseando a Rajoy, Ley y Estado de Derecho. Y el desacato es delito, lo cometa Artur Mas o Rita la cantaora.
El separatismo catalán no puede hacer pinza con el vasco, que ha oscilado hacia el terrorismo, porque lo infectaría y degradaría. La historia nos enseña que los totalitarios son más peligrosos cuanto más poder tienen. Y a una ETA que estaba a punto de extinguirse, el PSOE la ha devuelto a las instituciones y le ha hecho una mendaz y delirante campaña de imagen. Pero el PSOE ha dejado de existir, al menos como fuerza política relevante, capaz de influir en el devenir de los acontecimientos. Bastante tiene con lamerse sus heridas y desplegar sus embalsados ajustes de cuentas.
Es previsible que esa distancia entre el separatismo vasco y catalán haga que, durante un tiempo, el PP busque el acercamiento a CiU, bajo ese espejismo del nacionalismo moderado, y con la hipotética confluencia en un mismo modelo de sociedad, en parejos criterios económicos. Pacto fiscal, al fondo. Habrá que oponerse a esa tentación, muy patente en la propia campaña electoral, con demenciales negaciones de la imposición lingüística por parte del candidato popular por Barcelona. La base social del PP se opondrá, sin duda alguna. Si el PP cediera, asumiría los mismos riesgos de desaparecer por el sumidero de la historia que han sido letales para el derrotado partido socialista.
No os voy a explicar a vosotros, que lo sabéis mucho mejor que yo, porqué se vota a CiU en Cataluña. Durante décadas, mediante un control de la docencia y la información, comparable a los sistemas totalitarios, al nazismo o al stalinismo, se ha estado imbuyendo el odio a España y generando un clima de terror social que sitúa a los espíritus débiles y gregarios ante el riesgo de ser marginados por la tribu. Buena parte de la responsabilidad, contraída desde los primeros compases de la transición, reside en la culpable debilidad de los Gobiernos nacionales. A los catalanes también se les ha imbuido de la pertinaz idea de que son expoliados por España, por el resto de España. Y, como cuestión decisiva, se les ha hecho ver –y eso responde a cierta racionalidad- que a través de los separatistas –incluidos los socialistas, como la inconsistente Chacón- tenían una mayor capacidad de negociación económica, de modo que mediante la Ley electoral el voto nacionalista está primado e incentivado.
También sabéis de sobra que el PP no sólo es execrado, sino que, históricamente, se automutiló respecto a su claro avance mediante posiciones de firmeza y que el fracaso relativo en Cataluña en las últimas elecciones se ha edificado en la torpe estrategia de mimetizarse con el medio ambiente separatista, en vez de apostar por la claridad.
Es evidente que los catalanes no son expoliados por España, sino por su casta parasitaria. Es notorio que el separatismo es una coartada para la expoliación de las clases medias a manos de los políticos profesionales catalanes. Todos los españoles tenemos ese mismo problema de crisis de modelo, de depredación sistemática a manos de algo tan contrario a la democracia –de mandatos temporales- como los políticos profesionales, de tendencia vitalicia. En estas condiciones, cuando más dinero recibiera la casta política parasitaria catalana, peor sería para los ciudadanos, pues se incrementarían el despilfarro identitario, la corrupción, el control de las mentes y la ruina de familias y personas.
Es preciso, por tanto, un gran proyecto nacional superador que nos permita salir de la crisis de modelo mediante la regeneración de la democracia, partiendo de la base de que las autonomías son insostenibles, empezando e incluyendo la Generalitat catalana. De eso trataré más adelante.
Por tanto, el problema es soluble, y la primera condición para la solución ya se da: la existencia de un Gobierno fuerte, surgido de una base social patriótica, que no está dispuesta a broma alguna sobre la unidad de España y su integridad territorial. Hay otro problema de control mediático totalitario que debe ser afrontado. El aparato propagandístico del PSOE ha de ser desmantelado, cortándole los suministros de las subvenciones. Y promoviendo movimientos sociales de resistencia y presión, como el exitoso contra el infame programa de ‘La noria’ de Tele 5, que defiendan la dignidad personal y la dignidad nacional.
El elemento clave, el nudo gordiano del problema, es la reforma de la Ley electoral y el PP tiene la mayoría absoluta con la que poder afrontarla. Es ya conocido que el efecto perverso de la nefanda Ley electoral es la combinación de la Ley D’Hondt de reparto de escaños con la circunscripción provincial. La Ley D’Hondt castiga al tercer partido, lo que hace imposible la consolidación de un partido bisagra nacional. A los separatistas les basta concentrar sus votos en unas pocas circunscripciones para sortear, quedando primeros o segundos, el castigo de la Ley D’Hondt. Bastaría con poner el listón del 5% para acceder al Congreso para que los separatistas perdieran toda capacidad de coacción.
El modelo electoral que parece más recomendable, y sobre el que puede situarse un amplio acuerdo, que podría incluir a UPyD y a IU, es el mixto alemán, que conjuga el mayoritario por distritos –lo que favorece la representación directa- con una lista nacional de reparto proporcional. Ese modelo electoral ha favorecido que los democristianos bávaros no tengan tentaciones rupturistas, sino que acudan integrados en la lista nacional, con un programa común. Hágase, sin pérdida de tiempo.
Hablaba antes de un proyecto nacional superador. Es una evidencia que las autonomías no son sostenibles. Las autonomías con su hiperinflación de políticos profesionales y pseudofuncionarios no permiten el mantenimiento de los actuales niveles de población. Es cuestión de supervivencia física. Y eso hay que transmitírselo, por imperativo ético, a nuestros compatriotas. Las autonomías destruyen el tejido industrial y proletarizan a las clases medias. Las autonomías son insostenibles, gobierne quien las gobierne. Los mismos problemas que padece la sociedad catalana, los soporta la valenciana, la murciana o la castellano-manchega. El sistema funciona mediante la estafa de la deuda y no quedan incautos dispuestos a pagar la fiesta. Como ha señalado el profesor Javier Barraycoa, la etapa de mayor autonomía de Cataluña coincide con su peor situación económica, y no es por casualidad, sino que son fenómenos directamente relacionados. La Cataluña de antaño, empresarial y dinámica, abierta y cosmopolita, ha sido depredada por la Cataluña de hogaño, funcionarial, sectaria y tribal.
No me voy a detener, porque lo evidente no precisa demostración, en señalar que la monarquía instaurada juancarlista es la principal culpable de la generación de la casta parasitaria depredadora y también el principal factor, mediante la cesión continua a cambio del mantenimiento de su posición vitalicia y hereditaria, de debilidad nacional, de disgregación de España. Aunque siempre ha habido pruebas concluyentes de que la corrupción empieza en la sociedad, como en los peces, por la cabeza, la novedad es que se ha roto la conjura de silencio respecto al alto grado de corrupción borbónica.
Por tanto, es conveniente, es imprescindible, que la regeneración de España pase por dos referéndums: monarquía o república y autonomías, sí o no. Según el último barómetro del CIS, el 23,3% de los españoles es partidario de la existencia de un único Gobierno central, y el 48,5% de recortar las competencias de las autonomías. Frente a ese mayoritario 71,8% que certifica el fracaso autonómico, el 14,8% mantendría las autonomías como están y el 8,5% es partidario de aumentar sus competencias. Para cuantos, amilanados, dicen que es imposible dar marcha atrás en las autonomías, contexto que lo imposible es mantenerlas.
Cataluña podría optar, en cualquier caso, por un modelo sensato y barato como el de Texas, donde el Parlamento del Estado, que fue nación y se mueve en un contexto federal, se reúne sólo dos meses al año, cobrando los representantes módicas dietas, de forma que se impide la creación y consolidación de una casta política.
Por tanto, es conveniente, es imprescindible ir a una República presidencialista, en la que el presidente sea elegido en circunscripción nacional, de modo que deba su legitimidad a la nación, al conjunto de la soberanía nacional, y no a minoría de tipo alguno, incluida la territorial.
Es conveniente, es imprescindible, reformar la Ley electoral para ir al sistema mixto alemán.
Es conveniente, es imprescindible ir hacia la independencia del Poder Judicial, con elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial en votación gremial –jueces, fiscales, abogados, personal de la Administración de Justicia. Supresión del Tribunal Constitucional, en favor de una sala de garantías o de lo constitucional en un Tribunal Supremo reforzado, extinguiendo también los tribunales superiores de carácter regional, que tienden a degenerar en supremos, a fin de blindar a las castas periféricas respecto a la persecución de la corrupción.
España es una gran nación, la primera en el devenir del mundo, con una historia gloriosa que tiene un hito en ese 12 de octubre de 1492 –magnífica noticia que Colón transmitió a los reyes de España en esta ciudad de Barcelona- en la que nuestros ancestros cambiaron el mapa mundi y descubrieron, colonizaron y conquistaron un Continente.
Los caóticos sueños totalitarios de la antigüalla decimonónica del nacionalismo esencialista, degenerados aún más como coartada para el enriquecimiento de unas pocas familias de políticos profesionales, no van a acabar con España, aunque sí se están demostrando muy capaces de empobrecer a los catalanes como era inimaginable.
La noticia que vengo a traeros, españoles, patriotas, es que, en medio de los graves problemas que aquejan a la Patria y a los españoles, España está fuerte y dispuesta a plantar cara; que situado en posición marginal el PSOE, caballo de Troya del separatismo, éste tendrá necesariamente que pasar a la defensiva porque la oleada de patriotismo es fuerte. Esa benéfica marea parte de la idea fuerza de que sólo el patriotismo nos dará la fuerza para regenerarnos, para regenerar la democracia.
Vienen tiempos duros, de lucha y sacrificio, que exigirán que cada uno demos lo mejor de nosotros mismos; claridad de ideas y fortaleza de voluntad. Tengo la convicción de que, como en otras épocas de nuestra historia, los españoles de hoy –los catalanes, entre ellos- sabrán estar a la altura de las tremendas circunstancias.
Dios guarde a España.
¡Viva España!
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