Reproducimos uno de los capítulos clave –“Esto no es 1996”- del libro “Para salvar a España” (Editorial Rambla) de Enrique de Diego, entorno al cual –pensamiento en acción- se generará un gran movimiento de la sociedad civil por la regeneración de España:
Pocas veces en la historia de España, y en la del mundo, ha recaído tanta responsabilidad sobre las espaldas de una persona. Por el bien de todos, le deseo el mayor de los éxitos. Una nación atribulada, una sociedad indefensa le ha dado a usted el poder para enderezar el rumbo perdido hace décadas y para sustraernos a la continuada caída en el abismo. De alguna manera, está usted en el momento oportuno y en el lugar idóneo, pero también en el puesto de mayor peligro. Afronta usted la crisis más grave padecida por nuestra Patria, aunque sólo sea porque todas las demás se superaron y salir de ésta va a depender de la libertad y la responsabilidad de cada uno, especialmente de la suya. Asumo la mía enviándole esta carta con urgencia.
Estamos ante una crisis de civilización que implica a todo el planeta, cuando éste alberga sete mil millones de seres humanos. Durante décadas todo se ha hecho mal, en una estafa gigantesca, extendiendo castas parasitarias que, rodeándose de privilegios onerosos y lastrantes, se han dedicado a la expoliación de las clases medias y a consumir tejido productivo. Al tiempo, esas castas han debilitado las autodefensas de la sociedad, han fagocitado las sociedades civiles, convirtiéndolas en una falacia y, a través de la educación, de los medios de comunicación y de los productos pseudoculturales y adoctrinadores, han degenerado las mentes, receptivas en exceso a la mentira y a la propaganda. También mediante la cultura de la subvención y la mendaz reiteración de que el Estado era capaz de ofrecer seguridad de la cuna a la tumba y servicios gratis han debilitado las voluntades. Tampoco hay referencias ni liderazgo. Ese es su reto y su opotunidad.
Esto no es el año 1996. No son las mismas circunstancias. Los problemas revisten ya una gravedad extrema. Si algunas cosas fundamentales se hubieran hecho entonces se hubiera minimizado el sufrimiento extendido por la población española. La lección es que nada de lo que se debe hacer puede dejarse sin ponerse en práctica, cueste lo que cueste. Cuanto antes. El tiempo se ha agotado y las arcas están vacías. Es preciso luchar por la supervivencia de España como sociedad abierta y de los más indefensos ante esta tormenta perfecta que avanza inexorable, sin que nadie haya estado ahora a la altura de las angustiosas circunstancias.
Usted y su partido han aducido con frecuencia, como elemento de autoridad moral, que en el año 1996 ya fueron capaces de solucionar la crisis y generar empleo. Usted y su partido han recordado la gestión de los gobiernos del PP como una edad de oro y así es, desde luego, en comparación con los acumulados males actuales y con la incompetencia supina de su antecesor socialista. Pero esto no es igual, ni tampoco, en propiedad, parecido a 1996. Entonces, por de pronto, era una crisis española, ahora es mundial, aunque ésta, igual que la profundización en la nuestra, eran perfectamente previsibles.
Tampoco pueden adoptar las medidas que en 1996 resultaron eficaces. Lo que hicieron ustedes, básicamente, fue vender patrimonio. Un patrimonio herrumbroso, ruinoso, establecido mediante monopolios. Aquella exitosa estrategia privatizadora es semejante a una familia con graves problemas económicos que vende las joyas de la abuela. Si no reduce sus gastos, la liquidez obtenida se evapora y a la siguiente crisis, es peor, porque ya no queda el recurso de las joyas. No es exactamente así, porque la brillante gestión de Rodrigo Rato sirvió para que esos sectores privatizados, mediante la competencia, generaran puestos de trabajo y mejoraran la relación calidad-precio de los servicios. Fue un ejemplo que debió extenderse, de inmediato, a.los grandes sectores de gasto (público, osea gasto). Y una capacidad de maniobra en las arcas que debió utilizarse para modificarse las bases del sistema y regenerar la democracia. No se hizo y, en estos aspectos, la segunda legislatura fue un sesteo, la gran oportunidad perdida.
Usted ya no puede vender Teléfonica. Hay más cuatro mil empresas públicas, pero son más cuatro mil estafas al contribuyente, más de cuatro mil chiringuitos de familiares, amigos y militantes de la casta parasitaria. No pueden venderse. Sólo deben cerrarse, con urgencia. Usted puede y debe vender edificios públicos, pero de eso le hablaré más adelante. El hecho es que todas las asignaturas que quedaron pendientes en 2004 han sido suspendidas, en todos los frentes existentes se ha empeorado y se han abierto otros nuevos. De hecho, están todos encrespados y en derrota. Usted tiene que ponerse a la tarea sin demora y con coraje.
No hay nada de por sí taumatúrgico en la llegada de usted y de su partido al poder. Ese mero hecho no soluciona
Esto no es el año 1996. No son las mismas circunstancias. Los problemas revisten ya una gravedad extrema. Si algunas cosas fundamentales se hubieran hecho entonces se hubiera minimizado el sufrimiento extendido por la población española. La lección es que nada de lo que se debe hacer puede dejarse sin ponerse en práctica, cueste lo que cueste. Cuanto antes. El tiempo se ha agotado y las arcas están vacías. Es preciso luchar por la supervivencia de España como sociedad abierta y de los más indefensos ante esta tormenta perfecta que avanza inexorable, sin que nadie haya estado ahora a la altura de las angustiosas circunstancias.
Usted y su partido han aducido con frecuencia, como elemento de autoridad moral, que en el año 1996 ya fueron capaces de solucionar la crisis y generar empleo. Usted y su partido han recordado la gestión de los gobiernos del PP como una edad de oro y así es, desde luego, en comparación con los acumulados males actuales y con la incompetencia supina de su antecesor socialista. Pero esto no es igual, ni tampoco, en propiedad, parecido a 1996. Entonces, por de pronto, era una crisis española, ahora es mundial, aunque ésta, igual que la profundización en la nuestra, eran perfectamente previsibles.
Tampoco pueden adoptar las medidas que en 1996 resultaron eficaces. Lo que hicieron ustedes, básicamente, fue vender patrimonio. Un patrimonio herrumbroso, ruinoso, establecido mediante monopolios. Aquella exitosa estrategia privatizadora es semejante a una familia con graves problemas económicos que vende las joyas de la abuela. Si no reduce sus gastos, la liquidez obtenida se evapora y a la siguiente crisis, es peor, porque ya no queda el recurso de las joyas. No es exactamente así, porque la brillante gestión de Rodrigo Rato sirvió para que esos sectores privatizados, mediante la competencia, generaran puestos de trabajo y mejoraran la relación calidad-precio de los servicios. Fue un ejemplo que debió extenderse, de inmediato, a.los grandes sectores de gasto (público, osea gasto). Y una capacidad de maniobra en las arcas que debió utilizarse para modificarse las bases del sistema y regenerar la democracia. No se hizo y, en estos aspectos, la segunda legislatura fue un sesteo, la gran oportunidad perdida.
Usted ya no puede vender Teléfonica. Hay más cuatro mil empresas públicas, pero son más cuatro mil estafas al contribuyente, más de cuatro mil chiringuitos de familiares, amigos y militantes de la casta parasitaria. No pueden venderse. Sólo deben cerrarse, con urgencia. Usted puede y debe vender edificios públicos, pero de eso le hablaré más adelante. El hecho es que todas las asignaturas que quedaron pendientes en 2004 han sido suspendidas, en todos los frentes existentes se ha empeorado y se han abierto otros nuevos. De hecho, están todos encrespados y en derrota. Usted tiene que ponerse a la tarea sin demora y con coraje.
No hay nada de por sí taumatúrgico en la llegada de usted y de su partido al poder. Ese mero hecho no soluciona
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