jueves, 24 de noviembre de 2011

Porque he dedicado 4 años de mi vida a SICAV, paraíso fiscal


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Cuando el Tribunal universitario que evaluó mi tesis doctoral me hizo partícipe de la nota que la concedían, “sobresaliente cum laudem”, automáticamente tomé la palabra para agradecer tan honor y dedicárselo a mi padre allí presente.
Lo que puede parecer una reacción sentimental ante un relampaguear de emociones del unas neuronas a pleno rendimiento, es en realidad mucho más que esto. Es un acto de justicia y de amor filiales, y explicaré los motivos
Corría el año 1993 cuando España volvía a descarrilar en la Historia de la mano de los socialistas.
El “tardo-felipismo” vomitaba espasmódicamente su innata corrupción mientras que la economía hacía aguas por doquier.
Llegaba la crisis, la crisis que se iba a cebar en las clases medias con inusitada crueldad, mientras que la elite oligarca, los políticos, los banqueros y los empresarios sin escrúpulos, afilaban sus colmillos con el único afán de consolidar su recién estrenada privilegiada posición y asfixiar económicamente a una clase media totalmente desprotegida desde que muriera el Antiguo Jefe del Estado.
La nueva elite oligarca del Sistema nunca ha querido tener a su alrededor a una competencia, en forma de clase media, que pueda molestarle y siempre ha querido que a su alrededor solamente hubiera desolación y vasallaje.

Efectivamente, después de las Olimpiadas y Expo del 92, grandes festejos de la corrupción “sociata”, vino el drama y el caos para el pequeño y mediano empresario español.
Un parón de la economía provocado social y políticamente por los enemigos de las clases medias.
Tuve que padecer en plena adolescencia cómo la estabilidad económica familiar se venía a pique. Pero esto no fue lo peor; lo peor vino de la extorsión a la que nos vimos sometidos por la Banca, por los empresarios corruptos próximos al poder y por la Agencia Tributaria, crueles brazos ejecutores del Sistema, caníbales del empresariado español, mientras que la Justicia nos desamparaba de una forma tan miserable como sólo ella sabe hacer.

Embargos, confiscaciones, ejecuciones, chantajes,... este es el verdadero horizonte penoso para que el que se juega su patrimonio para crear empleo y riqueza para sus compatriotas en España.
Yo fui testigo y desde entonces me propuse en reconducir mi legítima furia no hacia la desesperación, que abre las puertas a la autodestrucción, sino en el propósito noble de la búsqueda del conocimiento del corazón de la bestia fiscal que estranguló nuestra empresa y tranquilidad, esa bestia oculta y misteriosa, que secretamente alimenta la esclavitud de las clases medias.
Como un rompecabezas imposible de realizar por el común de los mortales, así me dispuse a trabajar duramente, perfilando primero sus rasgos más aparentes, para acabar delimitando con nitidez su esencia más recóndita y profunda.
Cerramos nuestra empresa, sí, pero nunca nos arrodillamos ni desesperamos, y no por esto dejamos de amar a nuestra Patria, es más, la amamos más desde entonces, porque no nos gusta lo que nos tocó vivir, y no lo deseamos por lo tanto para nuestros semejantes, añoramos una Patria donde la injusticia fiscal sea erradicada; recogimos nuestros despojos, como viejos soldados derrotados pero orgullosos, en espera de nuevas batallas que nos redimieran.
Mi tesis doctoral, mi libro sobre las SICAV, es una crónica de mi tiempo escrita por un Notario de la Historia que soy yo. Es mi respuesta a lo padecido, un homenaje a los que verdaderamente crean empresa y empleo, como hizo mi padre mientras pudo.
Solamente una clase media orgullosa de serlo y consciente de su poder podrá volver a colocar a España en el lugar que se merece.
Una clase media que se organice (1) y que no se contente con lamentar en privado sus desgracias sino que sea capaz de desenmascarar al monstruo fiscal y amarrarlo firmemente, antes de que nos devore a impuestos y acabe por exterminarnos. Un clase media que no se resigne al infierno fiscal mientras que la elite disfruta de sus paraísos fiscales en forma de Sociedades SICAV.
Guillermo Rocafort
(1) El autor de este artículo es miembro constituyente de la Plataforma de las Clases Medias

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