sábado, 5 de noviembre de 2011

Defendamos lo nuesto

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¿Dónde están los que tanta manía le tienen a ese señor rojo y blanco, tripón, que siempre va llevando unos renos? Desde luego, estoy convencido que más de uno de esos que tienen a mal hablar verdaderas pestes de Papa Noel, San Nicolás o Santa Claus eran los que en la noche del 31 de octubre se lo pasaban pipa disfrutando de la noche de Hallowen, una tradición tan española como la cocina albano-kosovar. Y es que, aún a sabiendas que esta fiestecita no es de origen estadounidense, sino irlandés, lo cierto es que ha sido en Estados Unidos donde ha alcanzado unas cotas de seguidismo increíble, readaptada al modus vivendi de Yanquilandia y justo son esos antiamericanos los que ahora abrazan esa celebración en España como si hubiese sido algo de toda la vida.
A mí, independientemente de que cada persona es libre de celebrar lo que le venga en gana, bueno estaría, desde luego, resucitar a cierto dictador (aunque algún juez lumbreras había pedido el certificado de defunción), lo cierto es que estamos perdiendo a marchas forzadas nuestras propias costumbres. Estoy convencido que las generaciones anteriores a las nuestras ven con mucha pena y tristeza como se van olvidando determinadas costumbres y hoy es uno de esos días en los que tenemos que estar ahí, en los cementerios o en las iglesias dedicándole aunque sea unos pocos minutos a esos seres queridos que pasaron a mejor vida.
Por supuesto, no se trata de que echemos el día completo de panteón en panteón, pero al menos mostrar un respeto por quienes han sido parte de nuestra familia, de nuestro entorno personal, amigos, compañeros de trabajo, etcétera. Convertir la noche del 31 de octubre y hasta bien entrado el 1 de noviembre en algo propio al carnaval, a la chanza e incluso en algunos casos a la falta de respeto, que había que ver como iban ellos y ellas por la calle, es respetable al socaire de la libertad, pero ni mucho menos se puede compartir ni asumir como algo consustancial a nuestro acervo cultural.
Lamentablemente, Hallowen ya será parte de nuestras vidas porque ha sabido atacar al flanco más débil, al volumen de negocio de los grandes (y no tan grandes) establecimientos. Estos días pisar cualquier comercio era enredarte entre falsas telas de araña, tropezarte con calabazas o el riesgo de meterte por el ojo una especie de bonete a lo Harry Potter. En fin, que mientras sigamos quitando iglesias, crucifijos, portales de Belén y pasos de Semana Santa en favor de fiestas que no nos corresponden por absolutamente nada, iremos camino a la carencia total de nuestra identidad como nación.

Juan Antonio Alonso Velarde

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