sábado, 5 de noviembre de 2011

El semanal digital se hace eco de la publicación del último libro de Enrique de Diego


                                                              
"Para salvar a España, carta a Rajoy", nuevo libro de Enrique de Diego
Publicamos un adelanto del libro Para salvar a España, carta a Rajoy (Editorial Rambla).
España ha sido una gran nación. La más antigua del mundo. Con más de mil quinientos años de unidad política. Con más de quinientos desde la unidad de los reinos, buscada con especial ahínco por el de Aragón. España es una nación. Esto no es discutible, como se ha llegado a decir –y da hasta vergüenza recordarlo- desde la presidencia del Gobierno y también desde la del Tribunal Constitucional. España es el punto de partida y la base firme para el futuro, un ámbito de libertad personal, un Estado de Derecho. España y libertad hoy, aquí y ahora, son sinónimos. España es el concepto y la realidad que diferencia la civilización de la barbarie, la democracia del totalitarismo de delirantes ensoñaciones y falacias identitarias.
Orgullosos, pues, de ser españoles, desde el intenso y profundo patriotismo de la libertad, le escribo de patriota a patriota. La unidad nacional está en peligro y cuarteada tras cuatro décadas de cesiones continuas a agresiones de nacionalismos reaccionarios y liberticidas. De patriota a patriota... Cuando usted fue designado candidato de su partido a la presidencia del Gobierno para las elecciones de 2004 le pregunté sobre sus convicciones en esa nuclear materia a su mejor amigo en el mundo de la política, el eurodiputado José Manuel García Margallo. Su respuesta fue contundente y la recuerdo con nitidez: "Mariano no arriará ninguna bandera porque su padre no se lo permitiría". Eso honra a su padre por quien usted siente veneración y eso, a su vez, le honra a usted. La Patria es también una narrativa, un plebiscito de los siglos, como indicaba Renan, un relevo que se pasa de padres a hijos. En la primera página de su autobiografía ha hecho usted gala de esa relación estrecha con su padre, "por quien tengo una devoción especial y ha sido un ejemplo permanente en mi vida". Y también liga usted esa piedad filial con el patriotismo, pues resalta que de su progenitor ha recibido como un caudal de principios "el respeto a las reglas, el sentido de la justicia y el esfuerzo" y la pasión por España y su historia.
No es poco legado ahora que toma usted el timón de la nave de la Patria zarandeada por las tormentas de la inquina de quienes odian a España porque sienten aversión a la libertad personal y se han instalado en el reto personal, sin parar en mientes de la irresponsabilidad y las graves consecuencias de su conducta. Usted está obligado a defender la unidad nacional y la integridad territorial de España con fortaleza. Es para lo que ha sido elegido por los españoles y en esta cuestión no puede usted ya tener la más mínima fisura, porque hace tiempo se superaron las líneas rojas por la frivolidad de los secesionistas y por la debilidad del Gobierno de España, que es mucho más que una marca, es una obligación, un compromiso, un imperativo categórico, que no admite dudas ni vacilaciones.
El presidente de la Generalitat catalana y su gobierno se han situado en posición levantisca de desacato. Se niegan a respetar sentencias reiteradas del Tribunal Supremo y requerimientos del Tribunal Superior de Justicia de esa región. No están dispuestos a permitir la libre elección de idioma en la educación. No respetan el derecho de los padres. Persiguen de mil maneras a quienes utilizan la lengua del Estado, la lengua franca de todos los españoles. Usted, señor Rajoy, está obligado a cumplir y hacer cumplir la Ley. Sin imperio de la Ley, las sociedades degeneran hacia la barbarie y el conflicto. Ha sido siempre la debilidad y la cesión lo que ha abierto la senda estéril de la violencia y la guerra. Usted no puede ser un apaciguador, sino un patriota firme y consciente. Usted y yo servimos en los ejércitos de España por la misma época y juramos ante nuestra sagrada bandera estar dispuestos a derramar hasta la última gota de nuestra sangre por España. De alguna manera, usted ha renovado ese juramento comprometedor al asumir las altas responsabilidades de la presidencia del Gobierno.
En Cataluña, con todas sus consecuencias, tiene que cumplirse la Ley. A usted no le queda margen para el apaciguamiento y la cesión. Usted está preparado psicológicamente para el diálogo. Lo practicó en sus responsabilidades de Gobierno. Durante la legislatura 1006-2000 se ejercitó en gran escala, tanto con CiU como PNV. Usted tuvo un protagonismo relevante en esa estrategia. Los nacionalistas entienden el diálogo como cesión y usted cedió. Ya no queda prácticamente nada que ceder. Quienes muestran adhesión a España, quienes desean ejercitar su libertad para educar a sus hijos en castellano son perseguidos en Cataluña. No es un problema lingüístico, es cuestión de libertad, es un debate de nación. En las escuelas catalanas –como en las vascas- se enseña el odio a España, se promueve la secesión, objetivo último de los nacionalistas. Es ineludible que usted revierta esa deriva. Es imprescindible que su Gobierno pase de una estrategia heladora de continuas retiradas a otra de defensa activa del Estado de Derecho, la libertad y España. Con fortaleza y con todas sus consecuencias.
Los nacionalistas sólo entienden el lenguaje de la fortaleza. Las responsabilidades de haber llegado tan lejos no sólo estriban en los nacionalistas. Sobre todo se encuentran en la debilidad ininterrumpida de los gobiernos de la nación. El papanatismo democrático en el que nos hemos sumido ha establecido como un dogma que todas las ideas pueden ser defendidas siempre que no se impongan con medios violentos. Esto no es cierto. Ninguna nación admite la secesión. No la admitió Abraham Lincoln. Francia exige a los partidos para admitirlos en la legalidad la defensa explícita de la integridad territorial de la República. La unidad de España y su integridad territorial son innegociables. Usted y su Gobierno las deben defender.
Si hay una región de España donde es más evidente y clamoroso el fracaso de la autonomía es Cataluña. No ha servido, en ningún caso, para frenar las apetencias rupturistas de los nacionalistas, sino para darles alas y exacerbarlas. No puedo por menos que refrendar la reflexión del profesor Javier Barraycoa: "Cualquier observador avezado no tendría la menor duda de que Cataluña, desde que ha gobernado con la máxima autonomía de su historia, está pasando por una decadencia existencial e identitaria". La Cataluña dinámica y empresarial ha sido lastrada y erradicada por la imposición de la Cataluña roma y funcionarial.

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