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Mal lo tiene Iñaki Urdangarín, pues José Castro, juez del juzgado nº 3 de Palma de Mallorca, que lleva el caso de corrupción de Urdangarín, es un hombre honrado e incorruptible.
El cabeza de familia Borbón tiene una larga historia de intromisiones en la vida judicial, prevaliéndose de la extraña inmunidad que le concede la Constitución. En este caso, no va a ser posible. Quienes conocen a un juez austero, que siempre se ha trasladado a su lugar de trabajo en transporte público, saben que llegará hasta el fondo, sin aceptar presiones, ni tener en cuenta supuestos privilegios. Todavía es difícil evaluar el efecto demoledor que el caso va a tener en la cada vez más difícil supervivencia de la antigualla monárquica. Es obvio que el tráfico de influencias de Urdangarín no se establece sobre su condición de jugador de balonmano, sino mediante su emparentamiento con la familia Borbón, a la que el escándalo salpica directamente. La falsedad y la corrupción de la familia Borbón –las sociedades, como los peces, se corrompen primero por la cabeza- están descritas en el libro “La monarquía inútil”, de Enrique de Diego.
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