El diario del "periodista más poderoso de España", Marqués de Casteldosrius y Barón de Santa Pau, AKA don Pedro José Ramírez, nos ha obsequiado con algunas de las portadas más humillantes para las víctimas del terrorismo. Quedará en los anales aquella primera plana con la foto del terrorista Suárez Trashorras vestido de marinerito el día de su boda, y el esfuerzo titánico de Pedro J. por explicarnos lo buen chico que era y cuánto lo quería su mamá. Hemos sufrido su casete de la Orquesta Mondragón (que apuntaba al norte), las trascendentales revelaciones de Díaz de Mera (o sea, humo), su charco de ácido bórico que curó los picores vaginales de una etarra, e incluso que, con el abogado de Jamal Zougam, intentaran colarnos un programador de lavadoras STA MEC 24h por un temporizador etarra ST (Segurtasun Tenporizadorea).
Aquel leguleyo era el letrado José Luis Abascal, el que comparó a la Fiscalía con el Ku Klux Klan por detener moros, que pasó a ser abogado de pago para Jamal Zougam cuando el terrorista prescindió de su defensor de oficio. A día de hoy, no se sabe quién pagó sus servicios, aunque sí sabemos que no fue el terrorista.
Pues bien, ayer lunes 5 de diciembre don Pedro José volvió a las andadas con toda la portada a mayor gloria de su mártir favorito, el Dreyfus de Pedrojota -yo acuso- Jamal Zougam. Resuenan de fondo las palabras de Suárez Trashorras en la cárcel: "Si El Mundo paga, les cuento la guerra civil". Básicamente la gran exclusiva consiste en que Casimiro García Abadillo se ha ido a Rumanía a buscar al testigo protegido R10. Ocho años después, dice Casimiro que dice el testigo no recordar que le enseñaran fotos para reconocer a los dos hombres que que pudo ver entrando en la estación de Torrejón al vagón donde él mismo viajaba. R10 tenía entonces 48 años, y hoy 56.
El testigo protegido A27, español, viajaba en el tren que salió de Alcalá a las 7.10. A27 declaró ante el juez haber visto como el terrorista Jamal Zougam, intentó colocar una bolsa azul de gran tamaño bajo el asiento. Iban solos en el vagón y Zougam le empujó al pasar. A27 se durmió y al despertarse en San Fernando aquel individuo "moro o gitano, de piel oscura" se había marchado, pero la bolsa seguía allí. "No sé si se apeó en San Fernando o en Torrejón, pero yo me di cuenta en San Fernando de que la bolsa seguía allí". A27 bajó del tren y segundos después oyó las explosiones.
Zougam había bajado del tren de las 7.10h en la estación de Torrejón, y volvió a subir, acompañado por otro individuo, al tren de las 7.15h. En ese momento entra en juego la declaración de R10: Eran dos hombres "hablando en árabe", portaba "uno de ellos una mochila muy grande de color negro" y se sentaron por separado "pudiendo sentarse juntos". Uno frente a él, de espaldas, y el que llevaba la mochila junto a la puerta. El que tenía de espaldas se giró "y emitió una tos anormal, que le dio la sensación de que podía ser un tipo de contraseña. Muchos pasajeros observaron curiosos su actitud". En ese instante el vagón se llenó de gente y los dos tipos desaparecieron al llegar a la estación de Santa Eugenia. Segundos después, el horror.
Declaró ante la policía el 16 de marzo de 2004 y reconoció fotográficamente a uno de ellos, Jamal Zougam, el que llevaba la bolsa y se paró junto a la puerta "sin ningún género de duda". A preguntas del instructor declaró posteriormente que que no había visto en los medios de comunicación la imagen de Zougam antes del reconocimiento fotográfico, y volvió a reconocerlo ante el juez el día 26 de marzo de 2004, con la presencia del abogado de los terroristas, sin que su letrado "realizara ninguna solicitud en relación a una eventual ampliación de las manifestaciones del testigo". En Román paladino, que el abogado de Zougam no observó nada digno de mención. Se hicieron dos ruedas de reconocimiento más, y Zougam fue identificado en todas ellas, tanto por R10 como por los demás testigos.
En el mismo vagón viajaban la testigo C65, a la que Jamal Zougam golpeó en un hombro con la mochila y empujó a un señor que, en pie, leía un libro. C65 declaró: "Estoy segura al 100% de que era él". Otro testigo protegido y víctima herida aquel día, J70, que también reconoció a Zougam, preguntada sobre si había visto su fotografía en los periódicos, contestó que no, ni hablaba ni entendía español, y menos aún la prensa.
Durante la vista oral, tres años después, el testigo R10 había vuelto a su Rumanía natal. En principio no pudo ser localizado y finalmente no hizo falta su testimonio para probar la culpabilidad de Jamal Zougam. Las pruebas de cargo iban mucho más lejos de lo necesario. Cuando el diario El Mundo y el abogado del terrorista se empeñaron en recurrir ante el Tribunal Supremo, la respuesta de la más alta instancia judicial fue tajante, página 601 Sentencia TS:
"lo cierto es que la declaración de este testigo no vendría a ser necesaria, pues resulta redundante en relación con un hecho que ya estaría suficientemente acreditado sin necesidad de acudir a su declaración. Tal hecho es la presencia en el tren del recurrente, acreditada suficientemente por la declaración de dos testigos directos, cuya versión considera verosímil el Tribunal de instancia, valoración probatoria que no se puede considerar ilógica o arbitraria. Por lo tanto, en realidad, la declaración de este testigo es irrelevante en orden al sentido final de la valoración de la prueba".
Hoy, ocho años después, los supuestos investigadores de El Mundo hacen una portada ridícula con una supuesta declaración de aquel testigo: "Nunca dije que estaba seguro al 100%, pero sí al 90%". Toma ya periodismo de calidad, los inocentes no son los terroristas, sino sus lectores.
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