domingo, 4 de diciembre de 2011

primavera Arabe, invierno de Europa islamizada


    


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La victoria de los islamistas autodenominados moderados en las primeras elecciones celebradas en Túnez -primer laboratorio de la «Primavera árabe»-, Marruecos y Egipto desde el inicio de las revueltas ha generado una sorpresa mayúscula en muchas capitales europeas. ¿No era ésta una revolución liberal y urbana, canalizada por las nuevas tecnologías, en demanda de derechos humanos y lucha contra la corrupción? ¿Dónde estaban los barbudos en las protestas de Túnez, o en los primeros meses heroicos de la Plaza Tahrir de El Cairo?
El resultado final de los procesos abiertos en todo el norte de África permanece incierto. Pero un dato es inapelable. Los movimientos islamistas —como era bien conocido de antemano— son con diferencia los grupos mejor pertrechados en el mundo árabe, tanto en el terreno de la propaganda como en el de la logística, y cuando llega el momento de las urnas lo demuestran. Ha habido candor por parte de la diplomacia europea, en particular la hiperactiva francesa, a la hora de respaldar las revoluciones contra el dictador laico, pero también una incapacidad, casi metafísica, de identificar líderes prooccidentales capaces de mover a las masas rurales árabes con algo distinto del Corán.

Hacia el «sexto califato»
El ejemplo más singular es, quizá, Túnez, la avanzadilla del mundo árabe en materia de igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. La lucha contra el régimen de Ben Alí abrió en enero la serie de revoluciones árabes, subyugadas por la nitidez de las demandas tunecinas de libertad y el corte casi clínico con la dictadura. La novedad del fenómeno llevó a subestimar la posibilidad de un regreso al pasado.
Las elecciones para la nueva Asamblea constitucional han concedido el primer puesto al partido islamista Nahhda, encabezado por el histórico disidente Rachid Ganuchi. La jefatura del gobierno será posiblemente para Hamadi Jebali, un exprisionero político que en unas recientes declaraciones habló de la venturosa instauración del «sexto califato» en Túnez.
Los aliados laicos de Nahhda desconfían con razón de éste, y han fijado estrictas condiciones de que se respetarán las actuales libertades constitucionales para participar en el nuevo gabinete, y en el proceso de elaboración de la Carta magna.
Túnez se ha convertido desde hace semanas en escenario de manifestaciones alternativas de islamistas y laicos. Las organizaciones feministas exigen garantías para que no se modifique el actual código de familia, inspirado en el modelo occidental. Centenares de estudiantes islamistas ocupan, por su parte, campus universitarios en demanda de segregación de sexos en los estudios superiores y en favor del uso del niqab, el velo femenino integral.

Los nuevos faraones
En Egipto, el más populoso de los países árabes, la caída de Mubarak ha traído, de modo inevitable, el ascenso de los islamistas Hermanos Musulmanes, que aspiran a obtener el 40% del voto en las elecciones parlamentarias comenzadas esta semana.
Después de 30 años de dictadura, el país del Nilo se ha convertido en palenque de tres fuerzas cargadas de tenacidad. De un lado los revolucionarios de la Plaza Tahrir, que en noviembre volvieron a ser vapuleados por el ejército y la policía. De otro los islamistas, que han abandonado la protesta para asegurarse su triunfo en las elecciones parlamentarias. Y por encima de ellos, la junta militar formada por los 24 generales que aceptaron el sacrificio de Mubarak, pero quieren preservar poder y privilegios.
El pacto tácito entre el ejército y los Hermanos Musulmanes es ya algo más que una hipótesis. Los revolucionarios laicos, que solo tienen como figura prominente al veterano diplomático El Baradei, exigen la retirada inmediata de los militares a los cuarteles. Los islamistas moderados se han desmarcado de la protesta de Tahrir y confían en culminar el agotador proceso electoral diseñado por la junta militar —el voto se prolonga hasta el mes de enero— para convertirse en la primera fuerza política de Egipto. Sus hermanos radicales, los salafistas, actúan entre bastidores desarrollando una red de asistencia social en las zonas rurales que en su día dará rentas políticas.
Caciques libios
En Libia, la realidad es tan opaca desde la caída y asesinato de Gadafi que cualquier previsión es aventurada. No obstante, las garantías ofrecidas en un primer momento por los revolucionarios respecto al islamismo son papel mojado desde la caída de Trípoli. En su primer discurso solemne, el jefe del Consejo Nacional de Transición, Mustafá Abdeljalil, subrayó que la nueva Libia tendrá como única fuente de legislación la Sharía, la ley islámica.
Quien retiene armas hoy en Libia posee un tesoro superior al petróleo. Las autoridades provisionales han asegurado que van a recuperar todo el armamento de sus milicias , pero sin dinero para pagar a los ex rebeldes —gran parte de los activos financieros libios siguen retenidos en el extranjero— , y sin un ejército profesional, la situación interna es muy volátil.
Los guerrilleros libios más avezados son islamistas formados en las guerras de Irak y Afganistán. En las últimas semanas dos nombre suenan en especial: Belhaj, comandante de la Brigada Trípoli, que tomó la capital, y Bukatif, comandante de la zona este. Ambos son islamistas y están financiados por el rico emirato de Qatar, que tuvo un papel clave en la caída de Gadafi.

La baza de Rabat
Marruecos logró mantenerse al margen de las revueltas sangrientas del norte de África, pero el llamado Movimiento 20 de febrero, inspirado por reformistas liberales, convenció a Mohamed VI de la necesidad de hacer algunas concesiones. La reforma constitucional aprobada en referéndum en julio estableció más poderes para el primer ministro —sin modificar el modelo de monarquía absoluta— y la obligación de conceder el gobierno al partido más votado en el parlamento.
La victoria del partido Justicia y Desarrollo (PJD), marca una fase histórica en Marruecos. Por vez primera, los islamistas han sido llamados a encabezar un gobierno en el reino alauí. El hito admite, no obstante, muchos matices. El PJD ya estaba en el parlamento y es parte del actual sistema, que acabará expulsándole del gobierno cuando lo estime más oportuno.

La poligamia como globo sonda
«¿Cómo es posible repartir el amor entre cuatro esposas?» La mujer del flamante primer ministro de Marruecos, el islamista Abdelilá Benkirane, ha salido con ese argumento al paso de los rumores de que su esposo va a legalizar la poligamia en el reino alauí, tal como permite la ley coránica. La posibilidad de que el partido islamista Ennahda, el más votado en Túnez, despenalice la poligamia, está movilizando en las calles a muchas mujeres. Túnez siempre tuvo a gala ser la excepción árabe en favor de la igualdad de derechos entre hombre y mujer. Trípoli también ha desempolvado la vieja prescripción coránica. El discurso fundacional del nuevo hombre fuerte, Mustafá Abdelajil, sembró el estupor a finales de octubre cuando anunció que la Sharía será la única fuente de legislación del nuevo régimen. Abdeljalil puso como ejemplo la posibilidad de que el esforzado revolucionario pueda volver a tener cuatro esposas.

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