domingo, 18 de diciembre de 2011

No estoy solo





                                                                    www.regeneracionya.com


Cuando se procedió a ejecutar mi despido, que debía llevar tiempo preparándose y que, desde luego, estaba totalmente decidido desde algo más de dos semanas antes, era evidente que esperaban que se produjera no sólo mi despido sino también mi muerte civil. La escenificación fue tosca y patética. Julio Ariza había enviado para mi ejecución laboral a mi superior jerárquico Diego Martínez Perán, director de Radio Inter, un pobre hombre al que llevan recortando competencias porque le consideran incompetente las personas a las que él adula e idealiza, quizás por necesidad. Como las personas de perfil mediocre, Perán es bueno para el desmerecido trabajo de verdugo laboral, con un punto de fatal arrogancia. Lo hizo, lo hicieron con la tosquedad que es el paisaje de la nueva etapa de Alfredo Dagnino. Ni tan siquiera tenían preparado el preceptivo escrito. Es evidente que se consideraban los poderosos acabando con un mindundi, Goliat aplastando a David, dejándole sin honda y sin voz. El lunes 13 de diciembre, el día de marras, fue un día de conversaciones con mi abogado, de información a los amigos. Lo viví con una extraordinaria tranquilidad, porque de nada tengo que avergonzarme y puedo ir con la cabeza muy alta, cosa que ellos me han demostrado que no pueden, que tienen demasiada ponzoña en el alma y demasiados muertos en el armario.
Me acosté pronto. Escuchando mí silencio. Porque la casta parasitaria controla los medios de comunicación. Me pareció evidente que habían estado esperando que me cansara de sus marrullerías, de su marginación, de sus consignas liberticidas y censoras, de su mooving laboral e ideológico, y que tirara la toalla, y hartos de mi fortaleza me habían ejecutado laboralmente manu militari, sin ni tan siquiera despedirme de mis queridos oyentes, con el absurdo de que el viernes anterior había estado en ‘Dando caña’. Ellos eran el poder, la casta, la coartada de la casta, quitándome la voz. Ya digo que estaba tranquilo, con el alma sosegada, cuando al abrir mi twitter entró un mensaje preguntando qué pasaba con ‘A Fondo’, dónde estaba ya, qué me había pasado (ahora, cada día me llaman oyentes preguntándome si estoy enfermo, porque no entienden nada e Intereconomía no ha tenido ni el respeto de explicarles nada). Luego fue otro y otro. Y una auténtica cascada. Un auténtico fenómeno de apoyo y cariño, de silencio roto, de rebelión contra los censores que proclaman en su publicidad que cada día son más libres y piden dinero para ellos, no para defender a la gente. 
Carmen Klecker ha reflejado en un magnífico artículo –“Hundidos hasta el fondo”- el desprecio a los oyentes y a los contertulios de ‘A Fondo’ que ha tenido Intereconomía. Y el twitter ardía con esa indignación de la base, de la buena gente, de la gente indefensa ante los poderosos saqueadores. Cito a Carmen porque ya me había dicho a las pocas horas de haber sido despedido: “No estás solo”. Como también me había dicho María, nuestra delegada de Valencia.
Resulta asombroso pero, en efecto, no estoy solo. Y una persona muy lista y muy cercana me lo ha hecho ver. En esta sociedad, y más ante el poder, se deja solo a todo el mundo. Y eso es lo que esperaban. Habían dictado la sentencia y debía cumplirse. Silencio. Chitón. Y vosotros, mis queridos amigos, mis queridos compañeros de la Plataforma de las Clases Medias habíais decidido incumplirla y no dejarme solo y no quedaros sin voz, despreciados por el mismo Julio Ariza que nos pidió ir a defenderle, en su supuesta libertad de expresión, y que luego nos dio orden tan indigna.
¿Por qué habéis decidido no dejarme solo? ¿Por qué habéis convocado una manifestación contra la censura frente a la sede de Intereconomía en Castellana, 36? ¿Por qué vais a acudir? Porque habéis percibido que con mi despedido se prohibía desde la casta parasitaria el discurso de la solución y la misma crítica a sus privilegios; que, de alguna manera, se pone en riesgo la supervivencia de nuestra sociedad y de nuestras familias, porque la casta cruel no admite ninguna disidencia, no puede permitirse que se ponga en duda sus privilegios, que se la acuse de ser la culpable del desastre. Julio Ariza no es más que un cómplice de esa casta y un cortesano de Zarzuela. El detonante ha sido la conspiranoia del 11-M, pero el objetivo es acabar con cualquier crítica e intentar conseguir lo máximo en el reparto sobre el dolor de la gente. No tienen escrúpulos, tal y como han actuado y actúan. Actúan de manera completamente contraria a como hablan en público.
Esa ruptura de la soledad dictada entraña un contenido ético que me emociona al percibir vuestra dignidad y vuestra nobleza, porque lo fácil es hacer el vacío al caído, separarse de él y someterse a la casta. Vosotros sabéis que no me he reservado, que he ido por delante, con riesgo, que no he buscado protagonismo, sino responsabilidad, que sólo he tratado de ser digno de vosotros y de España, de ser patriota, de ser uno de esos españoles orgullosos que, a lo largo de la historia, se han crecido ante el castigo y no han soportado la injusticia. Estos son tiempos duros que precisan valor, fuerza y honor, y en ese calor de vuestra dignidad, de vuestro apoyo y cariño encuentro esa fuerza y honor que predicamos.
Esta es una batalla decisiva, que vamos a ganar. En la que se han sumado gentes heterogéneas en apariencia con un denominador común: ser las coartadas perfectas de la casta, los falsos críticos, los funcionarios de los políticos profesionales, los mantenidos, que ni tan siquiera han sabido gestionar las prebendas, los que han depredado las cajas y han saqueado a los contribuyentes, mientras, con sordina, hablan de una regeneración con la que no están comprometidos y a lo único que aspiran es a quitarnos la voz para que no se produzca. Si acaban conmigo, no se volvería a hablar de regeneración.
Pero no se van a salir con la suya. Os lo aseguro. NI tú, querido amigo, patriota de España, sufrido español de las clases medias, ni yo lo vamos a permitir. Han cometido un grave error. No sólo han querido acabar conmigo, también con nuestras ideas, prohibir su difusión. Sin libertad de expresión, no hay regeneración. La libertad tiene un precio que estoy siempre dispuesto a pagar. Se posee pero también se conquista con lucha, día a día. Contigo, todos juntos, vamos a dar esta batalla. Gracias, de corazón, gracias, gracias.


Fuerza y honor 
Enrique de Diego
 

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