jueves, 15 de diciembre de 2011

Cena de Navidad lúgubre



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Hoy tiene lugar la tradicional cena de Navidad del Grupo Intereconomía. Este año será lúgubre. No se han cumplido las profecías de Julio Ariza quien el año pasado se ufanó de las ochocientas nóminas y aventuró que el próximo año serían más. Por el contrario, ya serán muchos menos: 31 de la sede central de Intereconomía y 7 de la Delegación de Barcelona. En el último mes todas las conversaciones han girado en torno a cuantos más despedirán Julio Ariza y Alfredo Dagnino, cuyo apellido lo dice todo. ¿Llegarán a 100, a 150…? hay quinielas. Ya se sabe que irán cayendo a medida que se acabe su contrato, porque se trata, como sea, de evitar un ERE para el que no hay liquidez. El año pasado la mano inocente del sorteo fue Mario Conde, ya accionista de Intereconomía, quien anda por ahí diciendo que ‘de aquí se sale’ y dando lecciones de gestión cuando tiene responsabilidades en una empresa en la que se sale pero hacia la calle y las colas del INEM. 
Las conversaciones redaccionales han girado también en torno a que no hay nada que celebrar y a que no debería tener lugar la cena porque Julio Ariza y Alfredo Dagnino tienen una cara de ERE que se la pisan. El año pasado la fiesta, de hecho, fue un fraude, un engaño, pues Ariza ya conocía la auditoría en la que se le indicaba la falta de liquidez por la acumulación de sus propios errores. En el sorteo de este año el mejor premio sería un puesto de trabajo seguro. Todo el mundo sabe que en Intereconomía los que pueden estar a la búsqueda de que el PP y Mariano (Rajoy, no Conde) les coloque y para ello están haciendo méritos de creciente servilismo, porque hay gatos que parecen a estas alturas ratoncitos de peluche y otros tratan de sobrevivir ejerciendo los desmerecidos oficios de chivato y alcahueta, con el beneplácito del autócrata Ariza, al que tanto le gusta ese ambiente irrespirable y humanamente deleznable. Buscando su propia gloria sin pericia, Ariza ha puesto en riesgo a los que confiaban en él y ahora ven que no tiene amigos si no intereses y que no ha hecho otra cosa que buscar la adulación y las mediocres camarillas. La última adquisición, Alfredo Dagnino, es gloriosa con su universidad de mayores, incrementando gasto y ruina, sin venir a cuento, con su megalómana y vacía Fundación de Intereconomía y el mausoleo de Fortuny. Al menos, debía haber evitado a los que iban a morir laboralmente el toro insoportable de su curriculum. Julio Ariza y Alfredo Dagnino no expanden el bonus odor Christi, el buen olor de Cristo, sino cierto hedor de hipocresía, lo más execrado por Jesucristo en los evangelios.
Clases Medias 

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