domingo, 11 de diciembre de 2011

Refundar Europa







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Tras el trauma de la segunda guerra civil europea, un puñado de grandes dirigentes de firme compromiso católico pusieron en marcha la Comunidad EuropeaFue clave el entendimiento entre Charles de Gaulle y Konrad Adenauer. En sus conversaciones rememoraban el imperio carolingio y en el trasfondo latía el eco fuerte de la cristiandad. El eje franco-alemán fue clave desde el principio. El tercer personaje clave fue el democristiano italiano Alcide de Gasperi. De Gaulle contó con dos colaboradores de gran calado en ese decisivo empeño: Jean Monnet y Robert Schuman. Las naciones que comercian no van a las trincheras. Lo había expuesto con brillantez Kant en su libro “La paz perpetua”.
La idea fundacional, la que se puso en marcha en torno al libre comercio del carbón y el acero CECA, y se ahormó en el Tratado de Roma, era una zona abierta, sin aranceles ni vallas fronterizasPor la experiencia totalitaria, los padres fundadores creían en la familia, las sociedades intermedias y sentían aversión al Estado-Leviatán. Moviéndose en el terreno de lo posible, y con gran altura de miras, aquellos hombres asentaron la paz y abrieron una etapa de fuerte progreso en toda Europa, que volvió a ser concepto con contenido. De Gaulle hablaba de la “Europa de las patrias”, en cooperación y sin cesiones de soberanía. 
Esa idea fundacional precisaba de poca burocracia y por eso funcionó. Ha sido la permanente huida hacia delante a través de la quimera de una Europa supranacional lo que ha degenerado en un embrollo burocrático, en un confuso supraestado interventor y subvencionador, que ha fracasado. La Unión Europea ha devenido en club de políticos profesionales jubilados y en legión de burócratas privilegiados que no pagan impuestos, mientras siempre recomiendan subirlos. Es notorio que la Comisión Europea ha quedado desbordada y debería darse por fenecida, tendiendo a aligerar el aparato administrativo de Bruselas. Nada sería más conveniente que volver a la idea fundacional del Tratado de Roma y recuperar el espíritu, humilde y fuerte, de los padres fundadores.


Otrosí: Subir el  IVA sería, para nuestra economía agonizante, simplemente letal.


Enrique de Diego

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