Nada, que da lo mismo que el Gobierno de Zapatero esté en funciones. A estos dirigentes se les ha puesto en la sesera ponerse el mundo por montera y no van a parar hasta conseguir uno de sus propósitos, acabar sacando los restos polvorientos de Franco del Valle de los Caídos. España, sumida en una innumerable lista de problemas y a estos políticos mediocres no se les ocurre otra cosa que seguir preocupado por unos rastro óseos que, para bien o para mal, ya no generan miedos ni incertidumbres entre la población.
Y es que, repito, este Ejecutivo interino ya se ha quitado la careta, la máscara, el disfraz del talante para demostrar en estos 22 días que le quedan de estar en el poder aún puede actuar con un sectarismo lacerante. Posiblemente, no consigan su propósito de ser los ejecutores reales de sacar las cenizas de Franco del sagrado lugar, pero quieren dejarle la patata caliente a Mariano Rajoy para intentar, en una pirueta surrealista a la par que malévola, poner en un brete al nuevo presidente. Si ejecuta el plan establecido, se puede encontrar de frente con quienes aún se declaran rancios y arcaicos franquistas. Si opta por deshacer el proyecto que presentaba con toda pompa y boato el aún ministro de la Presidencia, Ramón Jauregui, entonces será tachado de un heredero del franquismo. Es decir, haga lo que haga, siempre arrastrará un estigma.
Y es que, repito, este Ejecutivo interino ya se ha quitado la careta, la máscara, el disfraz del talante para demostrar en estos 22 días que le quedan de estar en el poder aún puede actuar con un sectarismo lacerante. Posiblemente, no consigan su propósito de ser los ejecutores reales de sacar las cenizas de Franco del sagrado lugar, pero quieren dejarle la patata caliente a Mariano Rajoy para intentar, en una pirueta surrealista a la par que malévola, poner en un brete al nuevo presidente. Si ejecuta el plan establecido, se puede encontrar de frente con quienes aún se declaran rancios y arcaicos franquistas. Si opta por deshacer el proyecto que presentaba con toda pompa y boato el aún ministro de la Presidencia, Ramón Jauregui, entonces será tachado de un heredero del franquismo. Es decir, haga lo que haga, siempre arrastrará un estigma.
Desde luego, uno no está en los zapatos del líder del PP y me imagino que bastante lío debe tener el dirigente gallego como para encima preocuparse por aspectos tan fútiles como ’desterrar’ a Franco del panteón y mandarlo, por ejemplo, al Palacio de El Pardo, pero tampoco debiera el nuevo inquilino de La Moncloa desviar demasiado la atención sobre lo que está haciendo el Gobierno en funciones porque esto del Generalísimo no saldrá gratis, al igual que todas las prebendas, subvenciones y dádivas diversas que está repartiendo a manos llenas el zapaterismo en los estertores de su mandato.
A mí, lo que se haga o se deje de hacer con los restos de Franco no me preocupa tanto como los cinco millones de parados o que estemos al borde del rescate europeo, pero tampoco puedo negar que no me gusta que se esté removiendo la porquería, el pasado más oscuro de nuestro país. La historia de España es la que es, con sus luces y sus sombras y estoy en completo desacuerdo con reescribir la misma y menos aún que esa reinterpretación sirva para la confrontación entre dos Españas.
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